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El sol cae, picando la piel, recuerdo que tengo que hacer una llamada telefónica, el semáforo torna a rojo, miro el reloj, ya son las tres, pasa un Citroen Picasso, lo quedo mirando, oh, amo ese modelo, da verde, doy un paso al asfalto, una muchacha de traje de lunares con gafas de sol cruza en contra mi dirección, es guapa, la observo con la misma mirada con que quede viendo al Citroen. Un tipo me pega un hombrazo, pierdo de vista a la muchacha del vestido. Llego a la esquina, un taxi frena en seco, lo miro con desprecio, el semáforo da roja y comienza el rugido de motores partiendo con la verde libertad.
Los perros esperan, una moto ruge por la calle y su sonido se pierde por el horizonte pavimentado. Esquivo un charco, luego una caca de perro, apuro el tranco, miro el reloj, son las 3:03, sale un olor a pan, a rico pan amasado, me dan ganas de comprarme uno en la panadería, uno de esos amasados, calientitos, recién salidos del horno, crujientes, se me hace agua la boca, pero no, tengo que llegar a casa, hacer la llamada, tomar el dinero y salir nuevamente.
Salto un hoyo de la calle, doblo por el pasaje, meto la mano en el bolsillo para tomar las llaves, las saco, las hago sonar como todos los días, paro frente a mi puerta e introduzco apresuradamente la llave en la seca cerradura, entro. Tiro mi bolso sobre el sillón, luego mi chaqueta, tomo el teléfono, saco su numero y la llamo, -hola, nos juntamos a las 4 verdad? Ok, nos vemos.
Me cambio la polera, tomo el dinero para comprarle un helado, y para realizar sobre todo eso pensado durante la mañana, saco las llaves, saco otra chaqueta, me pongo el bolso, miro el reloj, son las 3:30, diablos! Debí haberle dicho que mas tarde, pero ya no puedo, cierro la puerta, corro al paradero, si tengo suerte en 30 minutos mas llegare, quizás con un atraso de 5 minutos, se acerca la micro, me toco los bolsillos, tengo el pen drive, el celular sin plata, la plata para el helado, las llaves, la micro se detiene, subo,
¡no tengo el pase!
Los perros esperan, una moto ruge por la calle y su sonido se pierde por el horizonte pavimentado. Esquivo un charco, luego una caca de perro, apuro el tranco, miro el reloj, son las 3:03, sale un olor a pan, a rico pan amasado, me dan ganas de comprarme uno en la panadería, uno de esos amasados, calientitos, recién salidos del horno, crujientes, se me hace agua la boca, pero no, tengo que llegar a casa, hacer la llamada, tomar el dinero y salir nuevamente.
Salto un hoyo de la calle, doblo por el pasaje, meto la mano en el bolsillo para tomar las llaves, las saco, las hago sonar como todos los días, paro frente a mi puerta e introduzco apresuradamente la llave en la seca cerradura, entro. Tiro mi bolso sobre el sillón, luego mi chaqueta, tomo el teléfono, saco su numero y la llamo, -hola, nos juntamos a las 4 verdad? Ok, nos vemos.
Me cambio la polera, tomo el dinero para comprarle un helado, y para realizar sobre todo eso pensado durante la mañana, saco las llaves, saco otra chaqueta, me pongo el bolso, miro el reloj, son las 3:30, diablos! Debí haberle dicho que mas tarde, pero ya no puedo, cierro la puerta, corro al paradero, si tengo suerte en 30 minutos mas llegare, quizás con un atraso de 5 minutos, se acerca la micro, me toco los bolsillos, tengo el pen drive, el celular sin plata, la plata para el helado, las llaves, la micro se detiene, subo,
¡no tengo el pase!
1 comentario:
excelente ;) situaciones cotidianas escritas ;)
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